Sigo sin
entender por qué os parece respetable que alguien niegue su propia naturaleza
infringiendo la sagrada Ley (humana) de la Racionalidad hasta ciertos
puntos imperdonables. Traspasando un límite, termina esa misericordia
en la que os movéis muchos días. Y entonces el ogro vocea desde su ciénaga
(con ánimo destructivo).
Un mineral bruto
en un depósito natural en el que le acompaña algún mineral de idéntica pureza.
Escasean y su extinción parece siempre inminente cuando son oprimidos
por la apisonadora, dentro del abominable engranaje de los acéfalos.