Pocas cosas hay tan débiles como el presente. Efímero. Tanto
que resulta despreciable. ¿Cómo interesarse por aquello que, al mirarlo, se
desvanece?
Prestar atención al presente es tratar de apresarlo, como si
una pequeña pared de cemento tratara de frenar una potente corriente de agua,
un río desbocado. Difícil e hiriente.
Cuando lo miras de frente, se te rompe en la cara, como ese humo que sale de las bocas madrugadoras en las mañanas frías. Como el futuro prometido y frustrado.
Se enfrió el té por la larga espera.
"Una taza de Tiempo para mí", Madrid, 2012 |