martes, 18 de octubre de 2016

Punkydermo

Entrañable Punkydermo, ¡qué grande eres!
Compartimos instintos de destrucción, erudición, experiencia de vida, ansias de pelea mundana y mutua admiración. Unicornio de mil colores, que sacas tu divertido cuerpo al baile para hacerme reír. Espinete de lo capitalismos imperantes, que te ríes del mundo mientras intentas escapar. La ciencia y el rigor, protagonistas de tus frases. Mente de mentes, mente demente. Compila tus neuronas, que tú también tienes muchas.

"Los inicios", Madrid, febrero 2015 
Gracias por recoger mis trozos, todo lo que se me cae mientras voy caminando y tropezando. Por tu simpatía atropellada, tus afectos, tu disposición siempre.

Es una suerte compartir contigo, tenerte al lado, estar atenta a tus loables ocurrencias, a tus curiosas sabidurías matinales, que cuentes conmigo.

Gracias por ser un excelente compañero y cómplice en una de las peores batallas de esta vida.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Siempre fuera/Mundo urbano

El urbano, ajetreado, camina (corre), ausente de sí mismo, imbuido por un entorno a ratos no tan atronador. Turistas, perros, viejos, todos ellos abandonados a su condición dantesca.

Recuerdo aquella canción, “escupir a los urbanos, a mi chica meter mano…Yo para ser feliz quiero un camión”, y me da la risa.

"Estiércol voraginoso insignia" (Nueva York), Pixabay.

Me pierdo sin querer, pero también queriendo; y me topo con lugares encantadores (tenías razón, epicúreo, en la ciudad también los hay). Lugares hastiados de cal, de colapso, llenos de vacío, vacíos de lleno. Absurdo como cuando llamamos botella de agua a un recipiente sin contenido, como si el haberla contenido o su forma sola le dotara de esencia.

La ciudad es éso, ajetreo vacío, rincones inhóspitos. Espacios sucios, agitados de vidas muertas, enjutas en cárceles que dibujan movimientos hipnotizantes.

Las mentes, calcinadas, esperan el día de descanso cual lluvia en el desierto, ciegas ante el desperdicio del vergel de sus vidas.

Deseo, con todas mis fuerzas, no perder esta visión externa, no dejar de sentirme extranjera cada día; no fusionarme, sin querer, con el estiércol voraginoso imperante.

Podrás oír hablar sobre el colesterol y otros quejidos mundanos. Verás ápices de arte y creatividad, dentro de la espiral ingente. 
“Sálvese quien pueda” es el nuevo carpe diem, la droga individualista, que hasta los infantes inhalan sin medida. Volveré a casa, donde los pájaros aún tienen voz.

Puede que queden muchísimos años, pero algún día se apagará el Sol.

viernes, 7 de octubre de 2016

Acidez

Jengibre, limón. Tus palabras frías. Los pequeños frutos rojos que asoman en los arbustos de los parques en este otoño que no llega, en este octubre que es junio. Témpanos cuando un líquido ácido baila con mi esófago. Escalofríos. Músculos atolondrados y un vaivén neuronal que no deja que se equilibren las balanzas. Ahora sí, ahora no. Tú más, yo menos. Yo más, tú menos.

¿Y por qué no podremos resetear los vínculos  y la memoria en pro de una mente más sana? (aunque en realidad así no aprenderíamos nada…) Absolver los trágicos delirios de los sueños, en un proceso que, como perro lame-heridas, nos reconforte y nos haga sentir conectados.

¿No ves que tengo pulgas? Quítamelas, con esmero. ¿Qué somos, sino simios, madre?

miércoles, 5 de octubre de 2016

El hierro también se oxida

El campo que me rodea en mi camino de cada mañana se está poniendo amarillo, naranja, caldera, húmedo, sombrío, fresco, oscuro… Inspira nostalgia, tristeza, y pronta resurrección.

Conduzco hipnotizada por los colores y esa brisa embriagadora. Me despisto y he llegado a mi destino, sin apenas darme cuenta.

Parece como si las cosas que he visto, las personas que he conocido me empujaran inevitablemente a cambiar de rumbo, a replantearme lo básico del existir, a cuestionar lo incuestionable. Movimientos pendulares, ascensos, descensos, etc. El hierro, tan pesado y resistente, también se oxida. Los principios se hacen finales, los finales se hacen principios.

¿Dónde estoy? Me pregunto, mientras camino.