Creo que en la adultez nos dignamos a extrañar con un asombro incomprensible esa curiosidad y sed de conocimiento propia de la infancia. Nos sorprende, e incluso nos ofende cuando los niños preguntan, arriesgan y descubren. Y después, extrañamos esa capacidad. Qué absurdos.
"Rayo en el lago", Ávila, verano 2016 |
El descubrir y el aprender siempre deben ir contigo. Qué doloroso es advertir esa dificultad para asombrarse, como un crecimiento no exento de culpa y dolor. Como crecer sin querer, como capullo que Primavera obliga a abrirse, como nube que estalla en lluvia por la presión atmosférica, tan inevitable y tan necesario.