viernes, 20 de abril de 2012

Alto riesgo de peligrosidad

El odio generalizado irrumpe en mi realidad diaria de las maneras más inesperadas. Esa terrible opresión se va acumulando hasta alcanzar una presión que al hacerse insoportable, brota de cualquier manera. Llega la insensibilidad, la frialdad de sentir que no te duele dañar. Roza lo patológico. Pero la opresión asfixia tanto… Asfixia incluso literalmente. Suspiras, quizá esperando que esto pase. El suspiro se funde con las respiraciones angustiosas; cuesta respirar y sientes que el aire está contaminado, que te están envenenando vilmente. 


Ha vuelto a pasar, el odio se ha apoderado de ti y estás dispuesto a casi cualquier cosa. Surge una imperiosa necesidad de canalizar estas fuerzas hacia algo sano, descargar ese odio a tiempo para que no lleguen a suceder tamañas desdichas.

¿Acaso ha llegado la temida deshumanización?