No quiero tener más conversaciones banales, inocuas,
sinsorgas, insulsas, vacuas, insustanciales. No quiero tenerte al lado si es
que solo sabes restar. Vuelve por donde viniste. Me sobras. Tú, ese pegote que
mancha y cuesta limpiarlo. Tú, ese comodín de la llamada que jamás me hace
ganar nada. El rastro de una jornada sin aportes. De lo peor: tu cerebro seco,
sin movimientos, llano. Tu falta de ímpetu, tus estrías en el corazón.
Si no tienes tiempo no te rasques, no duermas, no trates de
respirar. No es que no nutras, es que ni a ti te vales, desperdicio.
Basura. Ser incierto. Almizcle vago de sabor, tulipán incoloro, diente mellado.
Aborigen del bulbo raquídeo, inspiración esclerosada,
constantes vitales en off. Imaginación maniatada, especímen de la deshonra de
la raza. No sirves. Púdrete, ya. Estorbas, e incluso hueles mal. Eres una droga
en mal estado, un billete de ida hacia la apestosa cotidianeidad urbana. Sin
retorno, sin malas pulgas, sin vehemencias, sin naturalidad.
Aditivo del azúcar, despelleje malherido. Cúbrete las ganas
de paz y sal en busca de otra víctima. No tienes margen de actuación, tu
batalla está perdida desde que elegiste luchar. La soledad es preferible a tus
aires cotidianos de crimen desorganizado.