sábado, 23 de agosto de 2014

Parece que los vivos no queremos oír

[13.08.2014, Noruega]

Allá donde los muertos no poseen su última palabra, donde las lápidas están mudas, me encuentro en paz. Un lugar de descanso para las almas a la vez que un espacio para el recreo de adultos, diversión de infantes y esparcimiento para enfermos y mayores. Todos ellos presencian la alegoría realista del fin sin advertirlo; mientras juegan, charlan, hacen pic nic, cantan, miran al tendido o estudian bajo la sombra de los frondosos árboles que se erigen sobre los cuerpos fenecidos de seres humanos que ya no son.

Una imagen un tanto paradójica. Parece que los vivos no queremos oír.

El 18

Apreciado amigo de los montes,

Aquí, la luna brilla tanto que opaca la luz de las estrellas. Quiere protagonismo en una noche mágica. Trataba de vislumbrar las Perseidas, clásico acontecimiento que cada año me reúne con varias noches de estío. Pero la reina y maestra de los selenitas no cede y me rindo ante sus encantos, como también ocurre en muchas noches de otoño.

Estaba pensando en la cantidad de cielos estrellados y noches oscuras que hemos compartido, sin apenas conocernos, en nuestra amada África. En todas las imágenes preciosas de firmamentos que me he perdido por el cansancio y la derrota física. Una pena.

Prometí hablarte del 18, como día, como año, como concepto. Una vez dije que el 18 es un salto hacia el infinito, el principio del resto de la vida; refiriéndome a que la ampliación de la capacidad de decidir mejora y aumenta las posibilidades de vivir más cerca de los principios. Y eso es tan bello…

También entraña responsabilidad, ese incomprendido monstruo que en ocasiones atrapa, encoleriza o asfixia; pero que es tan necesario, natural y óptimo para el funcionamiento de las sociedades.

Querido, el mundo es tuyo, eso es lo que te vengo a decir. Siéntelo así y triunfarás.

Las consecuencias de ser reflexivo y consciente de lo que ocurre supongo te son conocidas: sufrimiento, impotencia, ira… Debemos sobrellevarlo como buenamente podamos. Buscar cómplices a mí me funciona. El alivio de conocer a alguien que comprende o comparte los cuatro puntos básicos de la existencia (o sentir que así lo es) es sublime. Y si, conocerle es, además, descubrir y fascinarte, puedo celebrarlo; pues esto ocurre cada mucho tiempo (celebro tanto que nos hayamos encontrado…)

Lamentablemente la consciencia no está tan extendida, y pensar resulta duro a largo plazo; tanto que muchos se rinden en los primeros asaltos. Pero tu opción es más valiente.

Sé feliz.

Diana