Conduzco un vehículo de hielo. Sin la capacidad de frenar,
temo por un destino que se me antoja impuesto. Y temo. El hielo me congela,
paradójicamente me frena a gran velocidad.
¿Qué hacer, ahora? Vuelve madre, tú que fuiste sabia alguna
vez, a iluminarme. Vuelve padre, tú que fuiste admirable alguna vez a prestar
tu apoyo. Guiadme. Acompañad a esta pobre persona incompleta, perdida, ante un
gran mundo lleno de pequeñeces. Viajad conmigo, os extraño.
El vehículo de hielo me hace sentir impotente ante la
realidad. Una tempestad no atempera.