Apreciado
amigo de los montes,
Aquí,
la luna brilla tanto que opaca la luz de las estrellas. Quiere protagonismo en
una noche mágica. Trataba de vislumbrar las Perseidas, clásico acontecimiento
que cada año me reúne con varias noches de estío. Pero la reina y maestra de
los selenitas no cede y me rindo ante sus encantos, como también ocurre en
muchas noches de otoño.
Estaba
pensando en la cantidad de cielos estrellados y noches oscuras que hemos
compartido, sin apenas conocernos, en nuestra amada África. En todas las
imágenes preciosas de firmamentos que me he perdido por el cansancio y la
derrota física. Una pena.
Prometí
hablarte del 18, como día, como año,
como concepto. Una vez dije que el 18 es un salto hacia el infinito, el
principio del resto de la vida; refiriéndome a que la ampliación de la
capacidad de decidir mejora y aumenta las posibilidades de vivir más cerca de
los principios. Y eso es tan bello…
También
entraña responsabilidad, ese incomprendido monstruo que en ocasiones atrapa,
encoleriza o asfixia; pero que es tan necesario, natural y óptimo para el funcionamiento
de las sociedades.
Querido,
el mundo es tuyo, eso es lo que te vengo a decir. Siéntelo así y triunfarás.
Las
consecuencias de ser reflexivo y consciente de lo que ocurre supongo te son
conocidas: sufrimiento, impotencia, ira… Debemos sobrellevarlo como buenamente
podamos. Buscar cómplices a mí me funciona. El alivio de conocer a alguien que
comprende o comparte los cuatro puntos básicos de la existencia (o sentir que
así lo es) es sublime. Y si, conocerle es, además, descubrir y fascinarte,
puedo celebrarlo; pues esto ocurre cada mucho tiempo (celebro tanto que nos
hayamos encontrado…)
Lamentablemente
la consciencia no está tan extendida, y pensar resulta duro a largo plazo;
tanto que muchos se rinden en los primeros asaltos. Pero tu opción es más
valiente.
Sé
feliz.
Diana