El campo que me rodea en mi camino de cada mañana se está
poniendo amarillo, naranja, caldera, húmedo, sombrío, fresco, oscuro… Inspira
nostalgia, tristeza, y pronta resurrección.
Conduzco hipnotizada por los colores y esa brisa
embriagadora. Me despisto y he llegado a mi destino, sin apenas darme cuenta.
Parece como si las cosas que he visto, las personas que he
conocido me empujaran inevitablemente a cambiar de rumbo, a replantearme lo
básico del existir, a cuestionar lo incuestionable. Movimientos pendulares,
ascensos, descensos, etc. El hierro, tan pesado y resistente, también se oxida.
Los principios se hacen finales, los finales se hacen principios.
¿Dónde estoy? Me pregunto, mientras camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario