Me dabas la mano y caminábamos, por altas y bajas rocas.
Ella se quedaba lejos y nos observaba con cierto temor de madre. Me convertiste en una niña intrépida
haciéndome creer que tenía alas, que podía enfrentarme a todo.
"La niña intrépida" ,199... Galicia |
Subíamos. Bajábamos. Observábamos el mar, sus idas y sus
venidas; todos los animales que estaban presentes en la escena, acompañando el dulce momento en el que
aprendí a creer en mis pasos.
Después, un día, me soltaste la mano; pero desde entonces te
imagino a mi lado y nunca me siento sola del todo ante la adversidad (siempre
te sentí omnipresente).
Por favor, no te alejes. Aunque ya soy mayor todos podemos necesitar que alguna vez nos
tiendan la mano.
Eres el padre que hubieras merecido tener. Soy la hija que
mereces.
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